lunes, 5 de enero de 2009

atrapada en dos mundos

Madrid se ha convertido en mi segunda vida y mi segundo hogar. Han pasado 4 años desde que vivo aquí, desde que soy independiente, desde que comencé a vivir Mi vida, mi casa, mi cocina, mis amigos, mi novio, mi ex-novio, y lo que queda...

Aún así, Perú es mi vida, mi primera vida y mi vida eterna. Simboliza quien fui, quien soy y quien seguiré siendo. A pesar de que le deba mucho a Madrid, Perú sigue siendo el gran responsable, mi país, mi familia, mis amigos, mi comida!, mi casa, mi cama, mi energía, sí... mi energía.

No importa si voy 1 mes ó 10 días... Siempre me voy llorando, sensible y con pena. No quiero dejar mi cama! Es difícil de explicar, pero es que ahí me siento como en ningún lado, es totalmente diferente la persona que soy allá que la que soy acá. Claro que no es malo, pero es confuso y me molesta no poder ser dos en dos (y ser la misma), sino dos en una.

Volví en escala, y fui en escala también. La primera vez que viajo así de las 6 que he ido en estos 4 años. La ida: bueno... complicada, laaarga (12 horas de escala) pero Bien. Con la ansiedad e ilusión de llegar y haciendo tiempo comprando regalos de navidad en Guayaquil (que es más barato que Madrid además).

La vuelta: nunca más! Para hacer aún más duro el sentimiento de extrañeza, nostalgia y melancolía que respiraba, tuve 2 escalas y un retraso de vuelo. Adémás, mi maleta (la del 24 de diciembre, la ida) aún no me había llegado y buscaba a alguien que me ayudase a encontrarla, y claro, nadie, pero nadie te hace caso en NO MAN's LAND, un lugar donde yo no me sentía identificada con nadie. Perdí mi identidad... me sentía frustrada por un lado, impotente de no poder hacer nada, de no poder salir y de no saber qué sentir ni donde quería ir.

Llamaban vuelos a Lima y me veía volviendo, dejando todo atrás sólo por volver a sentirme como únicamente me siento en mi País. Esperando a que pase el tiempo, leyendo Jaime Bayly y de vez en cuando entrando en internet, el tiempo pasó.

Y llegué a Madrid. En Madrid todo perfecto. Contenta de haber vuelto, mi casa, mis amigos, mi segunda vida, mi trabajo (de eso no tan contenta, pero eso no es culpa de Madrid).

No vuelvo a viajar en escala. A esa conclusión he llegado. Un vuelo directo te lleva de una vida a otra, pero una escala (y dos, peor) es como estar entre el cielo y el infierno con sentimientos que te confunden, con una ansiedad que te vuelve impotente y con una tristeza que no es tan necesaria, porque al final y en el fondo estoy muy agradecida de ser una y tener dos vidas.

Eso sí, Perú es Perú. Siempre será Perú, termine donde acabe y teniendo las vidas que sean.